Caminaba a tus puertas, lúgubres y retorcidas ideas, alimentando mi aliento con la bruma que exhalaban esos viejos troncos derribados por la humedad y el anhelo de su perdida, me advirtieron que no entrara sin la guía de un hada, encontrarte para mí era aún más importante y no hay riego que no tomara cuando se trataba de ti.
Algo me llama dentro de este bosque, tiene una extraña luz, está envuelto en hojas otoñales, un camino que pareciera palpitar, cosas que no están parecen interponerse a mis pasos, risas y un extraño cascabel que confunde mi caminar.
Un descuido y me lastimo el ojo izquierdo, percibo algo más denso y con aroma soberbio, distante a lo acostumbrado en una lagrima, sus risas se hacen más fuertes siendo los arboles quienes ahora clavaban su mirada en mi, considerándome ajeno e impuro, me encontré una corteza, la abri dos agujeros y me coloque la máscara, las voces callaron, mi ojo izquierdo aun sangraba.
Camine horas o tal vez días, dicen que si un hada no te acompaña, el tiempo se apodera de ti y te conviertes en bosque, en libro, en pasta sin título, será.
Llevo días buscándote entre las letras de esta historia y no hay rastro de ti, pero veo como poco a poco voy cambiando, no soy quien era cuando entre a este lugar, los cambios son sutiles y las hojas del libro se hacen escasas como el sonido del río que habitaba antes en mi memoria.
La máscara cada vez se hace más ligera, mi cuerpo me pide cada vez menos comida, mis pasos parecieran alimentarme, guardián de la bruma, exiliado a lo que jamás termina.
Hay una parte en blanco, es un espejo, observo mi rostro en el crepúsculo y no es el que recordaba, todo cambia, hoy ella soy, la ninfa del bosque, el sueño que siempre perseguí.
Jugueteo con las ramas y bailo nuevamente con su luz, ya que tú eras esa sombra que había escapado cuando niño de mis pies.
Hoy viviré por siempre aquí, hasta encontrar alguien digno de la paz que perdí, por haber entrado aquí, por querer buscarte sin la nobleza que evoca una tenue luz.
Algo me llama dentro de este bosque, tiene una extraña luz, está envuelto en hojas otoñales, un camino que pareciera palpitar, cosas que no están parecen interponerse a mis pasos, risas y un extraño cascabel que confunde mi caminar.
Un descuido y me lastimo el ojo izquierdo, percibo algo más denso y con aroma soberbio, distante a lo acostumbrado en una lagrima, sus risas se hacen más fuertes siendo los arboles quienes ahora clavaban su mirada en mi, considerándome ajeno e impuro, me encontré una corteza, la abri dos agujeros y me coloque la máscara, las voces callaron, mi ojo izquierdo aun sangraba.
Camine horas o tal vez días, dicen que si un hada no te acompaña, el tiempo se apodera de ti y te conviertes en bosque, en libro, en pasta sin título, será.
Llevo días buscándote entre las letras de esta historia y no hay rastro de ti, pero veo como poco a poco voy cambiando, no soy quien era cuando entre a este lugar, los cambios son sutiles y las hojas del libro se hacen escasas como el sonido del río que habitaba antes en mi memoria.
La máscara cada vez se hace más ligera, mi cuerpo me pide cada vez menos comida, mis pasos parecieran alimentarme, guardián de la bruma, exiliado a lo que jamás termina.
Hay una parte en blanco, es un espejo, observo mi rostro en el crepúsculo y no es el que recordaba, todo cambia, hoy ella soy, la ninfa del bosque, el sueño que siempre perseguí.
Jugueteo con las ramas y bailo nuevamente con su luz, ya que tú eras esa sombra que había escapado cuando niño de mis pies.
Hoy viviré por siempre aquí, hasta encontrar alguien digno de la paz que perdí, por haber entrado aquí, por querer buscarte sin la nobleza que evoca una tenue luz.
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