La Ciudad de las Ventanas Tristes -capitulo 1-

Amanece en la ciudad de las ventanas tristes, el sol se oculta entre las nubes, los sonidos comienzan a invadir con mayor fuerza cada rincón, aún hay residuos de viejos accidentes, las lluvias dedican su tiempo a limpiar recuerdos de los habitantes, el sol logra disipar el cumulo de nubes, mas solo hay un lugar que le resulta especial. Su luz se refleja en el iris de una joven, ella recostada en su cama, con su cabello danzando por la brisa del viento, su mirada dirigida a ninguna parte.


Medio día recién un asesinato, un ataque limpio intelectual, sin semblantes de violación, solo una herida provocada por un cuchillo en la cien, no hay detalles, solo una forzada sonrisa en el rostro del perpetuador.


El caminar se hace más sombrío en esta ciudad, la vida se oculta y la destrucción camina libremente encontrando victimas en cada esquina, un mundo de héroes se anhela, pero quién vigila ahora descansa.


El arte es también una manera en la que la destrucción se apodera de su cuerpo, un ser que selecciona por un completo asar su próxima víctima es difícil de encontrar.


Llueve en la ciudad de las ventanas tristes, un hombre camina por las calles sin abrir su sombrilla, disfruta del tacto que le brinda la lluvia, la noche camina siguiendo sus pasos dejando el atardecer diluirse en su espalda. Vestido de forma ejecutiva andando entre los claroscuros de las luces mercuriales.


En las sombras un par de hombres siguen su caminar, cada gota que cae no lo advierte de quienes tan solo esperan la oportunidad de atacarle, ansiosos preparan los detalles, solo uno de ellos aguarda en la esquina el momento preciso para sorprenderle, el otro da la vuelta a la calle para evitar algún intento de escape.

Dos cuadras los separan, el joven ejecutivo comienza a sentir que algo no va bien, es acaso el silencio, el incesante sonido del agua en los autos o el continuo temblor que le recorre la espalda, acelera el paso no desconoce su situación, la sombra de algunos árboles no parecen servir de escondite, se agudizan sus sentidos, los ojos se dilatan, su paso se apresura, no importa echar a perder esos zapatos de cinco mil pesos en los profundos charcos. Su porte se mantiene intacto.


Quien lo espera en la esquina se persigna pide a su dios perdón sosteniendo un rosario en su mano, su compañero observa pasar al hombre que mira a la calle no logrando distinguir algo que pareciera sospechoso. El ladrón ya está caminando, el joven se percata demasiado tarde, contempla al agresor logrando ver en los ojos de aquel hombre una frialdad asesina, no fueron necesarias las palabras, silenciado por el filo de un cuchillo en su garganta mirando y esperando inútilmente algún tipo de ayuda.


Existe un vigilante en la ciudad de las ventanas tristes, pero hablare de eso en un próximo capítulo.