domingo, 8 de agosto de 2010

El poema y la última canción de un arcaico viajero.


La noche nace y empieza a formar con su peculiar matiz el lienzo astral, entre verdes, azules y violetas transforma poco a poco el cielo para así despedirse como todas las tardes del sol, caminando sin dirección más con objetivo, mi hogar. Las nubes abordan el cielo como una tormenta que se aproxima bestialmente ya que el olor a tierra mojada como sutil aroma comienza a indagar en la tierra. El caminar no se malgasta se apresura, la respiración acelera y los ojos se nublan con el velo que acompaña a la lluvia en estas ocasiones. Parece que la noche de hoy no será calmada.
Mi resguardo es en el estacionamiento de una vieja casa, sin puertas o ventanas que impidieran  el entrar en este sitio que para mi suerte se encontraba vació. Un encendedor que guardo en mi bolsillo me sirve para investigar y mitigar el frio que provoca el ambiente, mis manos de forma apropiada me cobijan para no perder calor, el caminar se hacía algo cotidiano en este pasillo, las ideas que en mi subconsciente se formaban me indicaban que al parecer vivía aquí una familia modesta. La cocina, los cuartos,  están olvidados desordenados por maleantes o por algún sujeto que considera este su hogar, retomando lo de la suerte, esta cambia tan repentinamente que no es difícil darnos cuenta en que momento ya no era buena idea indagar por estos otros cuartos, extrañamente al iluminarlos tenuemente pude ver que se encontraban relucientes, limpios, sin algún objeto fuera de lugar o con señales de haber sido maltratado. Parece la habitación de algún coleccionista, hay cuadros de un arte implacable acomodados con destreza y pasión, el frio, el sueño y el ensordecedor ruido de la tormenta quedaron en el olvido cuando en una repisa celosamente acomodada detecte un libro que contenía en su piel extraño arreglo, mi curiosidad me permitió recordad que esto ya lo había descrito mi escritor predilecto en uno de sus cuentos, con la pequeña diferencia de que aquí no hay algún retrato  oval. Hecho que me sereno significativamente ya que de todos los cuentos era el que más misterio y terror me provocaban, este pensamiento me llevo a analizar cada una de las 33 obras que residían en estos dos cuartos, en las primeras fue un trabajo arduo ya que la pequeña flama que consagraba el encendedor gustosamente se hacía más y más pequeña hasta que distinguí entre lo lóbrego un candelabro, una sonrisa es lo único que mi cuerpo tumultuado por el frio no pudo desaparecer, me apresure y encendí las tres velas que dormían en aquel pequeño tridente. Esto me permitió una visión panorámica del lugar y así pude notar que todos los cuadros con excepción de uno eran paisajes. Estos eran hermosos retratos de los atardeceres de esta ciudad, todos con la misma perspectiva y composición, solo la técnica parecía cambiar. Este detalle me llevo algún rato comprenderlo ya que cada uno de ellos parecía hecho por un pintor diferente, no existía en ellos firma alguna, solo la técnica delataba la pincelada ágil de cada uno de sus autores. Cuando me aproxime a ese único cuadro que difería de la colección, creí que tal vez este era el que contendría la respuesta de mi hallazgo, el retrato de una familia de tres integrantes perfectamente detallado y ornamentado con un marco de exquisito valor, revelaba el amor y el buen gusto que tienen por la belleza. Bajo el cuadro reposaba una mesa igual de radiante mas solo un objeto sostenía, una cajita de música ya dañada por el tiempo y el olvido, mi curiosidad por abrirla se incrementó cuando pude notar que de entre todas las cosas de esta habitación su textura era igual a la de aquel libro que había olvidado recoger, sin miramientos o distracciones lleve la caja de música a con el libro y me acomode en el suelo debido a que no había donde sentarse, ya eso no pareció extraño, solo estos objetos me intrigaban excesivamente,  acomode la cajita en mis piernas y tome el libro, cuando pude abrirlo ya que mis manos seguían torpes por lo aterido, no contenía nada escrito, esto me decepciono por el hecho que esperaba una explicación de este lugar tan celosamente cuidado, deje con delicadeza el libro en el suelo y me dispuse a descubrir si la cajita de música contendría alguna respuesta, la idea de otra decepción no me permitía abrirla rápidamente, me tome un tiempo, respire y cerrando los ojos dispuse por descubrir su enigma.
Una sutil melodía comenzó a entonarse en la habitación, un ritmo tierno encantadoramente hermoso, jamás había escuchado algo igual, baje el rostro y abrí cuidadosamente los ojos, quería disfrutar plenamente ese momento, en la cajita solo había el cuidadoso trabajo de su creador, como si de un reloj suizo se tratara la belleza de esa maquinaria solo era sobrepasado por la música que entonaba y que no dejaba de repetir, cuando pude levante mi mirada de la admiración que me provocaba aquel artefacto, pude ver que una niña se encontraba sentada a un escaso metro de donde me hallaba, se levantó cuando entendió que mi atención residía en ella y estirando su mano con una elegancia envidiable me pidió que le acompañara, a donde quieres llevarme le pregunte, respondió señalando a un baúl al otro lado de la habitación, sus pasos se realizaban con gentileza y su vestido de terciopelo rojo no hacía más que disfrutar del andar. Nos detuvimos, mirándome ella con tan tiernos ojos volvió a señalar pero ahora indicándome que abriera ese baúl al que me había dirigido, al hacerlo no pude creer lo que ahí encontré, un lienzo en blanco y todo aquello que se necesita para pintar, algo me dijo que tomara las cosas más en eso recordé que había percibido un caballete en otra esquina, no había sido de mi interés en aquel momento pero todas estas acciones y pensamientos no podía controlarlas, fui primero por él, lo puse a la mitad de la habitación aproxime la mesa que se encontraba debajo del retrato y coloque las pinturas y al lienzo en su lugar, la niña que había estado siguiéndome comenzó a entonar una canción, esta me llenaba de un calor pero a su vez de un dolor tan grande que solo tenía ganas de llorar, fue en ese momento cuando al observar a la niña note que se dirigía al retrato y con sus brazos estirados recibió la respuesta de esas otras dos personas, primero el padre bajo del cuadro para abrazar a su pequeña, después como un rito a la elegancia ayudo a su esposa y los tres me voltearon a ver, me sonreían y empezaron a entonar la melodía que la pequeña había empezado previamente, cuando aquello sucedió  empecé a perder control sobre mí, era un pasajero de mi propio cuerpo solo pintaba aquel paisaje que había contemplado antes de la lluvia. La niña y el padre danzaban, la madre que había tomado del suelo el libro comenzó a anotar en él, yo en cambio no paraba me encontraba consumido por la pintura, empecé a sentir que la vida me dejaba y mientras más me acercaba a terminar el dolor acompañado de lágrimas se dibujaban en mi rostro, fue cuando pude observar los cuerpos de hombre y mujeres colgados en la pared sosteniendo en su pecho la pintura que habían creado, desechos y exhibidos culpables por la curiosidad de lo hermoso.
Terminado el paisaje esta, la música, el baile y la escritura se detienen cuando mi cuerpo se derrumba en el suelo,  la niña sentándose a mi lado besa mi frente, el padre aguarda y la madre al recoger el cuadro me sonríe. La familia se aleja, suben primero a la niña, después el padre quien apoyándose en la mesa ayuda a su esposa a regresar,  se despide mirándome con alegría en sus ojos.  La niña y la madre se despiden y antes de perder el conocimiento puedo ver que acomodan el cuadro detrás de sí.
Despierto en mi habitación sosteniendo en mi pecho la cajita de música y el libro, al que ahora pude leer y es donde escribo ahora.

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Navegantes de otros mares

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