martes, 10 de agosto de 2010

Entre detalles sé que aun sigues ahí.

No importa ya que la lluvia cese o que el viento que solía envenenar tu entorno cambie de dirección, sentada sigues como cada tarde en la parada del camión mirando hacia el cielo, después a ninguna parte.

Relata, escribe, contempla e imagínate en la oscuridad envuelta de rosas, tus labios curiosamente siempre estaban rojos y tus lágrimas siempre eran de plata.

Devuélveme esos recuerdos celosamente guardados, engañas a otros con las melodías tan complejas que salen de tu boca, cual instrumento es el tuyo, en donde aprendiste a tocar así.

Como cada tarde en la que me enseñabas con los versos profanos de tu tacto a recrear el matiz de las obsesiones sesgadas por tu misantropía.
Tu piel de leche y el corazón que ofrecías como ciénaga a los infortunados viajeros, eran tus mejores virtudes.

Extraño con locura los sueños en que aún viva te sentía, no puedo creer que la sangre de tu cuerpo enfermara y jamás me lo digieras, soy responsable de olvidarte, mas no puedo el omitir que un día mi Cristal te alejaste.

Tus misterios y tus sombras por siempre acompañaran el oxígeno sanguíneo del alma que heredaste a mi cuerpo.

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Navegantes de otros mares

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