Caminante de los parques que decoran el paisaje de las ciudades, buscando repetir un momento que de remembranza a aquellas cosas que solía ver. Enciendo un cigarro dificultado por el viento, parece que no aprecia que lo haga, como si quisiera cuidarme.
Observo como las personas salen en la tarde, corren, pasean, andan en bicicleta. Dan vueltas a un lugar cíclico,
solo viajo con estas personas para no sentirme solo y ahuyentar las sensaciones de caos que se provocan.
Encuentro sombra en una banca, prendo otro cigarro, contemplo a viajeros cíclicos en forma de tormenta, viviendo sus vidas sin importarles lo que pueden perder. Deficiencias se observan en su comportamiento, niños caminando solos, mascotas que defecan y dueños que no recogen esos desperdicios, amores juveniles en los que la tensión sexual lleva un detonante con mecha corta.
Me termino el cigarro, busco entre mis cosas algún otro que por despiste perdiera, le encuentro entre cartas que alguien me envió, tomo el cerillo, nunca me ha gustado el encendedor. El viento se estaciona y mide mi terquedad, logro con dificultad prender este tercer cigarro y lo disfruto con la misma sensación que evoca una dama al besar durante la expresión mas sublime en el arte de pelear con ella entre las sabanas.
Me miran las personas, murmuran al alejarse, mi aspecto o las lineas que el tiempo a trazado en mi rostro supongo, no me veo como alguien en quien puedas confiar, no me sonreirías bajo la lluvia o frente a la mirada mas noble que proyectara un bebe, creo que por esas razones estoy aquí sentado, con todas estas cartas y el ultimo cigarro que pude obtener sin mendigar.
Ahora recuerdo, solía venir hace años a este parque acompañado, era como aquellas familias conformadas por su padre, madre, dos hijos y un perro. Los buenos años que aun levemente puedo sentir, pero aquí estoy sentado en una banca, recordando hasta que la noche haga acto de presencia.
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