La Ciudad de las Ventanas Tristes -Capitulo 2-

Amanece en la ciudad de las ventanas tristes, el sol se oculta entre las nubes, los sonidos comienzan a invadir con mayor fuerza cada rincón, aún hay residuos de viejos accidentes, las lluvias dedican su tiempo a limpiar recuerdos de los habitantes, el sol logra disipar el cumulo de nubes, mas solo hay un lugar que le resulta especial. Su luz se refleja en el iris de una joven, ella recostada en su cama, con su cabello danzando por la brisa del viento, su mirada dirigida a ninguna parte.

Media tarde en el diario de un hombre que habita la ciudad de las ventanas tristes.

Las palabra de una niña se han interpuesto en la sonata lunar, su idioma lejos de parecerme extraño dan tranquilidad a una noche que augura la tormenta. Su beso en el silencio de la mejilla que hace tiempo no afeito, traslada las intenciones de mis actos a no querer de ella hacerle daño, mas he cobrado por el trabajo y el cálido beso de una niña trastorna mi sentir hacia lo que de vida elegí, mi fiel cuchillo, su filo el cual jamás  fallo refleja por vez primera el monstro en el que me convertí, asesinar una niña por dinero, por la plata de un trabajo limpio, no violento, quien me contrato deseaba que le encontraran en una especie de altar en el que la belleza de la niña fuera realzada como deidad., mas mi mano fiel instrumento del arte no respondía. Ese beso me laceraba el alma como cada cuchillada que perpetúe en el pasado, su rostro y su mirar tibio y oscuro..., no podía si quiera ya tocarla, no pude esta noche asesinarla.

Anochece en la ciudad nuevamente, un hombre arroja una bolsa negra al rio que creció por las lluvias, días pasan y es encontrado un cuerpo atorado en el desagüe.

Los asesinatos se acrecentar en la ciudad de las ventanas tristes cuando la noche retira la luz de la bóveda infinita. Se encuentran los cuerpos de dos jóvenes que acababan de cometer un asalto, dentro de un bote de basura solo una carta con la letra A escrita con sangre, un beso en rojo escarlata como presentación en los torsos mutilados de estos asaltantes.